La historia no juega.

El miércoles pasado todos, o al menos los que nos gusta el futbol, sufrimos un golpe de realidad muy cabrón. Después de ganarle históricamente a Alemania y con mucha inteligencia triunfar ante Corea, la mayoría de nosotros soñaba con cuartos, semis, hasta una heróica final. Imaginándonos cosas chingonas desde el domingo 17 de junio, duramos 10 días en las nubes, hasta que pasó lo que pasó. Suecia nos dio un golpe duro de superar. 3-0 y pasando con el rosario en la mano a octavos.

No les voy a negar que yo estaba ecuánime. Por dentro, antes del partido contra Suecia me imaginaba escenarios en donde México por fin pudiese trascender en un mundial, pero estos fueron cambiados por revivir a Donovan, Maxi Rodríguez, Osorio, el Bofo y Robben como villanos en los 4 mundiales que yo he visto en vivo. Las lágrimas casi salen de mis ojos y mientras veía a México sin idea ante Suecia, no paraba de checar el teléfono para ver el resultado de Corea, y cuando anotaron, festejé lleno de alivio. Mi equipo estaba en la siguiente fase.

Tengo 22 años. En el mundial del '94 el joven que escribe esto no había nacido, pero si hubiese estado ahí, seguramente hubiera llorado en los penales fallados por México, en el '98 era muy chico y no recuerdo la voltereta que nos dio Alemania. En 2002 , era un niño de 6 años que no entendía del todo la relevancia del futbol, pero recuerdo ver a mi papá y familiares muy tristes por la derrota.  En 2006, con 10 años, le lloro por primera vez a la selección... "Jugamos como nunca, perdemos como siempre", escuchaba en la tele mientras repetían el golazo de Maxi Rodríguez. En 2010, ya con 14 años, recuerdo las mentadas a Osorio, al árbitro y al Bofo Bautista. "Es que no podemos tener más mala suerte, un gol regalado por la defensa y otro en un fuera de lugar inmenso". Fue la eliminación menos dolorosa, eso sí. En 2014, solo en mi cuarto grité el gol de Gio como nunca en mi vida, para después llorar en silencio pero con ganas la derrota.

Mi confianza hoy sigue en los suelos, no les voy a mentir. Es complicado que me imagine cosas chingonas cuando vamos ante un Brasil invicto y que ha jugado bien al futbol, sin meterme en táctica. La euforía que sentía cuando derrotamos a Alemania, o la paz que tenía cuando le ganamos a Corea, es complicado volverla a traer hoy a días del cuarto partido. Pero hay algo de bueno en esto, y ese algo, es que todo esto es historia y no juega.

En el momento en el que el árbitro pite el inicio del juego, todo quedará borrado y serán 11 vs 11. Una estrategia contra otra. Y está bien, porque ahí estarán muchos que han triunfado y han logrado cosas históricas para México. Estará el Ochoa impasable contra los mismos brasileños hace 4 años, el Salcedo que ha sido el mejor central de México en este mundial, el Gallardo que nadie creía en él pero ha dado grandes actuaciones, el Edson que con sus 20 años ha dado un mundial digno, el Herrera que nulificó a Kroos, el Vela que fue el motor de la selección los dos primeros juegos, el Layún que no se cansa de correr y apretar, el Lozano que dribla y encara a quien se le ponga en frente, el Hernández que tiene una mentalidad envidiable y el Osorio estudiador y visionario.

 México tiene una losa enorme encima llamada historia, pero si hay un momento para quitársela y romper paradigmas, es hoy. Porque si hay una generación que ha roto mil y un cosas negativas para este país (no solo hablando de futbol) es esta. Porque si hay una característica importante del mexicano que resalte ante las demás, es la solidaridad que tenemos, y yo creo que esta selección puede ser solidaria, con todos pidiendo el balón, recibiendo, atacando y defendiendo, tal y como se jugó contra Alemania.

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Se puede. Será difícil, sí. Pero se puede ganar. Porque aunque creamos que vamos contra la historia, eso no es cierto, eso no juega. Lo que sí juega es el futbol, la suerte y la confianza. Y con eso sí se puede ganar. Corona se equivoca, la suerte sí juega en el deporte, pero la historia no.


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